Opinión
La cara de pena de Pedro Sánchez


Por Guillermo Zapata
Escritor y guionista
Salió Pedro Sánchez a conmover a España a eso de las 17:30. Me llegaron muchos comentarios en torno a su cara. Su cara de pena, su cara de tristeza, su cara de persona que ha sufrido. Pidió perdón. Anunció auditorías. Anunció cambios en su partido. Descartó elecciones. Luego se fue a un acto sobre la Fundación de Europa en el que estaba al Rey y al que no fue Feijóo porque ante los hechos que conocimos ayer, la gran propuesta de Feijóo es no ir a más actos institucionales con Sánchez. Vi las imágenes del acto europeo en el telediario de la noche. Hablaba de Europa. Lo hacía con el tono presidente que todos conocemos. La cara, esa cara de tristeza, esa hondura y ese dolor ya no estaba allí.
Es imposible saber cual de las dos caras contenía más trazos de verdad. No creo que sea incompatible que las dos fueran ciertas y también, de alguna manera, falsas en un sentido performativo, la representación política es, al fin y al cabo, representación. Y Sánchez es hoy por hoy el político que mejor ejecuta la representación.
No es eso lo que me preocupa. Hace mucho que dejó de preocuparme la verdad para entender la política. Los hechos me preocupan y los hechos deben ser ciertos, pero nunca existen solos, siempre los sostiene algo que no es verdad, que es un relato. Por tanto, lo que me importa es qué relato estaba poniéndose en marcha en la cara de Sánchez.
Creo que Sánchez se hacía cargo de dos emociones: el enfado y el miedo. El enfado ante los gravísimos hechos de corrupción que afectan a personas clave de su partido (dos secretarios de organización, nada menos) y el miedo ante una convocatoria electoral. Esa cara le hablaba a un electorado progresista que iba y venía desde el miedo al enfado y vuelta. Un electorado progresista que está haciéndose cargo de una ecuación que vendría a ser… ¿Corrupción o extrema derecha? Esa cara de pena decía “si me perdonáis habrá tranquilidad”.
Hace un tiempo, el mismo Pedro Sánchez escribió una carta y se fue a pensar unos días. Dibujó con ello de nuevo a un electorado que tenía miedo ante una convocatoria electoral y sintió alivió ante su vuelta. La propuesta comunicativa entonces era distinta, pero las emociones que intentaba conjugar no son tan diferentes. En ese momento, ante lo que es una campaña evidente para desestabilizar al gobierno que podríamos llamar Quién Pueda Hacer, Que Haga, además de conjurar el miedo a una adelanto levantó un muro para garantizar que el pueblo socialista entendiera que le estaban atacando con bulos de lawfare. Digo que fue un mensaje al pueblo socialista, porque la izquierda que no es socialista lleva ya una buena parte del año teniendo que vivir en ese muro. La izquierda del PSOE, el independentismo, los Ayuntamientos del cambio, etc, etc.
Ayer, sin embargo, era distinto. No había bulos, no había lawfare. Había corrupción. Palmaria. Evidente. Transparente. Una corrupción que se extendía prácticamente desde la llegada del PSOE al poder a través de una moción de censura, precisamente, contra la corrupción. De ahí la pena y el perdón.
Si viviéramos en una dictadura, cómo se hincha a decir Isabel Díaz Ayuso cada vez que un auto judicial le cerca la gestión o los afectos, lo de postergar el amor a través de gestos comunicativos tendría sentido, porque al fin y al cabo, tener un pueblo conmovido, pero débil y asustado, a las dictaduras les funciona en la medida en que no va a haber elecciones dignas de tal nombre. En democracia la cosa funciona bastante peor, porque pasan los días y el pueblo sigue siendo igual de débil, sigue estando asustado y, quizás, va estando menos conmovido.
Por eso, al día siguiente, o dos días después, como quiée se encuentra en una relación tóxica, la sensación ya no es la euforia o la calma, sino una suerte de confusión seguida de un enorme pesar a una tristeza. Porque lo sucedido el día anterior, la promesa, el perdón… No ha cambiado el mundo cuando te fuiste a dormir. La mierda sigue ahí.
Porque la mierda no se limpia con caras de pena, ni con comunicación. Se limpia con acciones.
En los últimos diez años de la política española, los espacios nacidos para luchar contra el bipartidismo hemos cometido muchísimos errores. Ninguno de esos errores incluye la corrupción. Ninguno incluye mordidas de empresas que quieren contratos públicos. Ninguno incluye amañar contratos. Ninguno, nunca, en ningún sitio. Y no es por no haber gobernado. Se han gobernado las capitales más importantes del país, se ha gobernado en coalición en varios parlamentos autonómicos y se ha gobernado en el Gobierno de España durante dos legislaturas que si son ejemplo de algo, es de ganar más derechos para la ciudadanía que en los últimos veinte años de la política española.
Así que hay quién tiene cara de pena y quienes tenemos cara de rabia.
Esa es la leche que mamamos.
Esa la leche que tenemos.
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