Opinión
¿Es el fin de la presunción de inocencia para los hombres?


Periodista
¿Ha llegado el fin de la presunción de inocencia para los hombres? Con la absolución de Dani Alves, el machismo ya ha tenido argumento ante la duda que extienden frente a cada sentencia condenatoria por agresiones sexuales. En la última sesión del Congreso, Cuca Gamarra, del Partido Popular, señalaba de nuevo a la vicepresidenta del Gobierno, María Jesús Montero, su reflexión sobre la sentencia de Alves.
Por mucho que dijera Montero, ella no es jueza, ni redacta el Código Penal, ni derechos. La situación está donde siempre, en la garantía de la presunción de inocencia. El in dubio pro reo seguirá, y muchos quedarán impunes aunque hayan agredido, ante la falta de pruebas. Tantos, como que algunos en libertad, acaban matándolas. Tantos como el propio Bretón está en la cárcel por matar a sus hijos, pero no porque la Justicia viera violencia hacia Ruth Ortiz.
Así que repito. Ellos, tranquilos. Las que sí se tienen que preocupar son las mujeres. Porque la inquietud que debería tener Cuca Gamarra, y cualquier otra, no es sobre la presunción de inocencia asegurada para ellos, sino cómo se interpreta nuestro derecho al consentimiento… el de sus hijas, hermanas o amigas. Un tema que no inventó el Gobierno anterior, sino que España forma parte del Convenio de Estambul y había que cumplir como Estado.
Anulado ese bulo de miedo para los hombres, vamos a lo que da terror a las víctimas. Y es ir a una Justicia, exponerse a denunciar a hombres con más poder, cumplir con protocolos, aportar pruebas, rechazar la indemnización, conseguir una sentencia condenatoria… y que no te crean, juzguen tu comportamiento y que te dejen peor que cuando empezaste. Es como aplicar una luz de gas a una víctima con estrés postraumático. El miedo de las mujeres es que la Justicia no vea lo que ocurre, ni interprete como debe.
Uno de los bulos de esta sentencia fue vender que la primera no había ponderado la presunción de inocencia. Es falso. En la página diez, se anula que se afecte a la presunción con un juicio paralelo social o mediático, sobre todo cuando apunta que podría el propio acusado haber realizado filtraciones. Mienten cuando se dice que la sentencia no valora la diferencia entre fiabilidad del testimonio y credibilidad… Está en las páginas 44 a 46. Y afirma: “no alberga este Tribunal ninguna duda de que la penetración vaginal de la denunciante se produjo utilizando la violencia, teniendo en cuenta tanto su relato de ese momento que se ver corroborado por las pruebas y dada la reacción de la víctima desde instantes después de producidos los hechos”.
Por si quedaban dudas, hay dos forenses que han ayudado a arrojar luz sobre este cambio tan radical de sentencias. Visiten el perfil de Miguel Lorente porque desmonta, uno a uno desde el punto de vista científico, lo planteado por el Tribunal Superior. Y a él se ha sumado Antonio Alonso, hasta el año pasado director del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses. Indica que ante la idea de la felación por unos restos en la boca de la víctima, que no reconocía la primera sentencia y que sí la segunda, se ha producido un error científico en la absolución de Dani Alves.

Reflexiona que “la sentencia no debió dar por probada la felación porque no se puede acreditar que hubiera fluido genital del jugador en la boca de la joven”. Entonces, ¿de dónde partió aquella idea del ADN del esmegma que no se usa en ningún informe de esta especialidad? Pues al parecer, apuntan, del perito de parte de Dani Alves. Contaminada esa parte del relato, se interpreta mal y se desvirtúa la declaración de la víctima. Pero da igual, toda machirulandia tiene lo que buscaba: lincharla a ella y a todas. Eso sí, están aplaudiendo. Entre otras cosas porque el Tribunal Supremo no puede analizar pruebas. Lo que debería ser un escándalo que ocupara tertulias, ya ven qué repercusión tiene ahora. Por eso, tranquilidad, que el problema no es la presunción de inocencia de los varones. El problema es dónde quedan nuestros derechos si no saben interpretarlos, ni juzgarlos.
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