Opinión
Nosotras tampoco volveremos atrás


Por Silvia Nanclares
Escritora
Una mañana de esta semana. Isaba, un pueblo del valle de Roncal (Nafarroa) amanece empapelado con carteles llenos de lemas feministas. A la entrada del pueblo vecino, y de todos los del valle, bajo el nombre de cada pueblo se lee, en euskera y en castellano: en este pueblo no se toleran agresiones sexistas. Inevitablemente pienso en la de pensadores, políticos y jueces que no serían bienvenidos a este increíble enclave pirenaico. Es potente sentirse abrazada esta semana por todas partes. Es como una compañía constante. Los lemas, las chapas, los pañuelos diseñados y distribuidos por las asambleas feministas de cada territorio son guiños que nos hacen reconocernos por las calles. Al llegar a la ciudad, nos sorprenden los grandes carteles de las marquesinas llamando a la manifestación del próximo 8M. De norte a sur, de este a oeste… Somos multitud y salimos a las calles en un contexto de reacción feminista internacional salvaje.
En los mismos días de este despliegue de acción capilarizada, morada y mundial, Donald Trump comparece frente al Congreso para presentar sus próximas acciones legislativas. Es duro reproducir sus palabras pero lo mejor es conocer al enemigo. En uno de los primeros puntos de su discurso dice así: Hemos acabado con la tiranía de las llamadas políticas de diversidad, equidad e inclusión en todo el gobierno federal y, de hecho, en el sector privado y en nuestro ejército. Hemos eliminado el veneno de la teoría crítica de la raza de nuestras escuelas públicas, y he firmado una orden para que sea la política oficial del gobierno de los Estados Unidos que sólo hay dos géneros: masculino y femenino. Pienso cómo la administración Trump elige cruzar estratégicamente los ejes de raza y género. Pienso en los ecos de la rueda de prensa de la Comisión 8M de Madrid y me anudo en el bolso el pañuelo morado donde se lee en primer término: Feministas Antirracistas. Cada vez que lo lees sale corearlo como un cántico rabioso. Organizar y contagiar la rabia, dice también su manifiesto de este año. En eso estamos. Esa misma noche, Rafaela Pimentel, de Territorio doméstico, colectivo que sabe mucho de eso, de organizar la rabia y la ternura, interviene desde el público de La Resistencia, rubicón del mainstream actual, principal servidor de contenido para las conversaciones de la pausa del café al día siguiente en las oficinas.
Rafaela reivindica la precariedad del trabajo doméstico blandiendo una escobilla de baño. Está, como siempre, soberbia. Broncano, sin saber probablemente que las Territorio Doméstico vienen marcando parte de la vanguardia del activismo feminista, se anuda el mandil del 8M y se vuelve viral. Mientras en Washington Trump sigue con su cantinela, muchos de los mensajes de respuesta a la publicación del vídeo de La Resistencia en redes, quieren disputar la legitimidad de la “verdadera manifestación”. He firmado una orden que convierte en política oficial del gobierno de Estados Unidos que sólo haya dos géneros: masculino y femenino. También firmé una orden ejecutiva para prohibir que los hombres jueguen en deportes femeninos. Y otra que prohíbe a las escuelas públicas adoctrinar a nuestros hijos con la ideología transgénero. También firmé una orden para cortar toda financiación de los contribuyentes a cualquier institución que se dedique a la mutilación sexual de nuestros jóvenes. Me pregunto, sinceramente, qué se siente al marchar en favor de presupuestos que resuenan con los de un presidente racista, violador, belicista, ecópata, imperialista y extractivista que como respuesta a la violencia sexual (por la que él mismo está condenado, recordemos) propone: La primera ley que firmé como Presidente ordena la detención de todos los extranjeros criminales peligrosos que amenacen la seguridad pública. Utilizar a las mujeres y a las disidencias como moneda de cambio y arma arrojadiza de políticas y ajustes de cuentas partidistas. También me resuena a contextos recientes y locales. Cerca y lejos está dejando de tener sentido. Y me cuesta también comprenderlo. Me pregunto qué se siente al firmar columnas y proferir insultos que firmaría el mismísimo Trump, quien continúa: Porque estamos sacando el wokismo de nuestras escuelas y nuestro ejército, y ya está fuera de nuestra sociedad, no la queremos. El wokismo es un problema. En nuestras filas no habrá activistas o ideólogos. Habrá luchadores y guerreros. El antagonismo entre el activismo y la guerra (encarnadas en las instituciones educativas y el ejército) como resumen del zeitgeist. Vuelvo a apretar mi pañuelo y sigo leyendo sus letras blancas sobre fondo morado: ¡A las calles! Nos va la vida en ello. Y tanto. Desde la radio sigue la comparecencia de Trump en su característico tono monocorde y rijoso: Lo que acabo de describir es sólo una pequeña fracción de la revolución del sentido común que ahora, gracias a nosotros, está barriendo el mundo entero. Nunca volveremos atrás. Jamás.
Nosotras tampoco, Donald. De momento, nos vemos este 8M en las calles.
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