China aguanta el pulso arancelario y confía en su gran potencial en tierras raras para batir a Trump
Pekín descarta claudicar en la guerra arancelaria declarada por Trump y apuesta por doblegar a EEUU en el sector de los minerales, clave para las últimas tecnologías.

Madrid-
En la guerra comercial global declarada por el presidente de EEUU, Donald Trump, para imponer la hegemonía económica estadounidense, China dispone de un arma que podría poner de rodillas a la principal economía del mundo. De momento, Pekín apuesta por utilizarla para devolver la calma a los mercados e impedir un mayor caos comercial internacional.
Se trata de su predominio en el sector de las tierras raras, esos minerales críticos imprescindibles para la manufactura de componentes electrónicos de última generación. China se encuentra en una posición en la que podría obligar a cualquier país a arrodillarse y negociar en este ámbito en los próximos años.
Esos minerales estratégicos son utilizados para elementos tecnológicos militares, del transporte y sobre todo de la comunicación, especialmente en la telefonía móvil. La respuesta china a la guerra comercial declarada por Trump con sus aranceles en ristre, además de elevar sus propias tasas a la importación, ha limitado las exportaciones de esas tierras raras.
China tiene el 61% de la producción mundial de tierras raras extraídas, pero controla el 92% del procesamiento. Es decir, tras décadas de silencioso trabajo en este sector, Pekín domina su cadena de suministro y puede decidir qué empresas son abastecidas de esos elementos químicos.
Estados Unidos y muchos otros países han dependido de China en el suministro de estos minerales procesados y ahora comprueban la distancia abismal que les separa con Pekín. Entre 2020 y 2023, Estados Unidos dependió de China para el 70% de sus importaciones de todos los compuestos y metales de tierras raras.
Por eso, las restricciones chinas a la exportación de estos elementos pueden ser un torpedo bajo la línea de flotación de la tecnología estadounidense, en especial en áreas clave como la industria de la defensa.
La guerra comercial con China no le sale bien a Trump
En estos momentos, EEUU y China mantienen las espadas en alto en su disputa arancelaria, detonada por la decisión de Trump de imponer aranceles comerciales prácticamente al planeta entero. El problema es que con Pekín ha querido dar una lección excepcional, identificando a China como un enemigo a abatir y tratando de someter a los productos chinos al escenario que Trump quiere para la economía estadounidense. Ya lo intentó en su anterior mandato presidencial, entre 2017 y 2021, sin mucho éxito.
Ahora, totalmente desatado por su control semidespótico de los principales resortes de poder en EEUU, Trump ha creído que podría presionar a los chinos y someterlos a sus caprichos comerciales sin que estos no alzaran ni una ceja. No ha sido así y tras un toma y daca agudizado en las últimas semanas, actualmente los aranceles impuestos por Washington a los productos chinos ascienden a un disparatado 145%, mientras que las tasas chinas a los bienes estadounidenses se han elevado a un 125%.
En tales circunstancias, el daño a las economías mundiales, empezando por la estadounidense y la china, puede ser incalculable. La tensión de la cuerda es muy alta y podría llegar a romperse.
Aunque las instituciones financieras mundiales descartan una recesión generalizada, si las cosas se ponen feas estaríamos ante una crisis económica que recordaría los peores tiempos derivados de la guerra de Ucrania y de la pandemia de covid estos años atrás.
Una crisis mayor
Hace una semana, Trump decidió dar una tregua a la imposición de los aranceles a sus socios comerciales, que sin ser tan desmesurados como en el caso chino, seguían siendo insoportables. Ese respiro no incluía a China, que ha empezado a movilizarse comercial y políticamente para la resistencia.
Con el tiempo en contra, la Administración Trump pretende tener el control y cerrar las negociaciones con socios y contrincantes en el próximo mes. Respecto a la Unión Europea, la visita de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, a Washington esta semana parece haber desatascado algunas puertas bloqueadas, que podrían abrirse con ciertas cesiones del comercio europeo.
En el caso de China, Trump insiste en que ya hay conversaciones de por medio, pero los avances sustantivos no se ven. Y las amenazas de más inflación y de caída del crecimiento del PIB son reales para Estados Unidos en primer lugar. Pekín se limita a subrayar el error que está cometiendo Trump y a advertir de que tomará las medidas oportunas.
Y ya lo está haciendo, para pánico de los exportadores estadounidenses y de la propia clase política de Washington, que teme una invasión de los mercados por productos chinos muy rebajados en sus precios. Saben que China tiene la fuerza suficiente como para resistir esta oleada y la siguiente.
El doble rasero de EEUU
En un acto de doble rasero y máximo nerviosismo, es la Casa Blanca la que acusa a China de emprender "estrategias agresivas" y dañar a la economía estadounidense. Pero en los propios EEUU ya se empieza a cuestionar la estrategia de Trump y se recuerda que fue éste quien lanzó, al proclamar su "día de la liberación", la primera andanada en una guerra que nadie puede ganar.
Los últimos aranceles y limitaciones al transporte marítimo chino, con tasas a los buques construidos y operados por China que lleguen a puertos estadounidenses, pueden subir los costes del transporte marítimo global, perturbar la estabilidad de la cadena de suministros y aumentar la inflación sobre todo en EEUU, como argumentó el portavoz de Asuntos Exteriores chino, Lin Jian.
No parece, pues, que vaya a funcionar ese plazo de "tres o cuatro semanas" del que habló Trump este jueves para alcanzar acuerdos arancelarios con todo el mundo, menos aún con China. La tregua parcial de 90 días declarada la semana pasada ya está contando y el reloj avanza sin demora. Todo el mundo sabe, sin embargo, que sobre estos acuerdos pende la espada de Damocles de la confrontación entre EEUU y China.
China se mueve con cautela; en EEUU sube el nerviosismo
La inquietud cunde en la Casa Blanca. "La pelota está en el tejado chino, es China quien ha de dar el primer paso", afirman en Washington los hombres de Trump. Pekín, entretanto aguarda. Aguarda y espera incluso que el presidente estadounidense pida una cumbre con el líder chino, Xi Jinping, para arreglar las cosas al máximo nivel. Ello supondría una victoria china sin paliativos y muy evidente a los ojos de todo el mundo.
La visita que el presidente chino acaba de finalizar por el sudeste asiático no es casual. Es ese movimiento que demandaba Trump, solo que Xi Jinping lo ha dado en una dirección contraria a la que esperaba el mandatario estadounidense. El mensaje es evidente: China ofrece estabilidad allí donde EEUU está promoviendo el caos.
Que la visita haya sido a una de las zonas comerciales de mayor auge en el mundo, además vecina de China, marca la fuerza del mensaje en una región, Asia Pacífico, donde Trump ha declarado una y otra vez que quiere izar la bandera de EEUU sin que ninguna otra le haga sombra.
El jaque mate chino de las tierras raras
Ahora queda ver el impacto que puede tener en esta guerra arancelaria la decisión china de meter al comercio de tierras raras en la trifulca. Los 17 elementos químicos que conforman las llamadas tierras raras no son tan raros ni difíciles de hallar. El problema es que no se encuentran en casi ninguna parte en los volúmenes precisos para su extracción, explotación, manufacturación y comercio de cara a la fabricación de componentes de telefonía móvil inteligente, pantallas, tecnología médica, láseres, coches eléctricos, cuadros de mando de los aviones de combate más avanzados, circuitos para submarinos, mecanismos sofisticados para satélites y muchos otros usos.
Esas tierras raras son el escandio, el itrio, el cerio, el lantano, el neodimio, el praseodimio, el prometio, el europio, el holmio, el erbio, el terbio, el iterbio, el tulio, el lutecio, el samario, el gadolinio y el disprosio.
Y es China, como se ha indicado, la que detenta casi todo el potencial en su producción y procesamiento, para disgusto de Trump, quien parece que es ahora, y de repente, cuando se ha dado cuenta del patinazo que puede haber dado al declararle al gigante asiático su cruzada arancelaria.
China tiene las mayores minas del mundo de al menos siete de esos elementos químicos raros, con una producción anual de 270.000 toneladas métricas frente a las 40.823 toneladas métricas extraídas en EEUU.
Fabricantes destacados en la industria de la defensa y aeroespacial de EEUU, como Lockheed Martin o Boeing, asisten muy preocupados al pulso entre Pekín y Washington, tras estar sufriendo ya las restricciones chinas. Los emporios del automóvil eléctrico, las comunicaciones y la computación tiemblan más, si cabe.
Si a merced de esta guerra de aranceles global, Pekín impone su monopolio en esos minerales estratégicos, China podría lanzar un jaque mate a EEUU y las consecuencias serían no solo económicas.
El riesgo de guerras regionales por los recursos
A la caza de esas tierras raras y otros metales estratégicos, como el cobalto, el coltán o el tántalo, Washington ya está evaluando una presencia militar en África para desplegarse en países ricos en esas reservas, como la República Democrática del Congo, y desplazar allí a las empresas chinas que comercializan esos minerales.
La misma semana que Trump lanzaba su guerra arancelaria global, su asesor especial para África, Massad Boulos, viajaba al Congo para negociar la ayuda militar que puede prestar EEUU a ese Gobierno a fin de librarlo de la guerrilla del M23 y del apoyo a ésta por parte de Ruanda a cambio de la adquisición de sus reservas de minerales estratégicos.
En un corto espacio de tiempo, África podría arder en guerras locales con EEUU, Rusia, China o Francia apoyando a Gobiernos o milicias rebeldes a fin de controlar la producción de esos minerales imprescindibles también para la fabricación de baterías de teléfonos móviles, ordenadores portátiles y tabletas, y el resto de destinos de última tecnología ya mencionados.
Si en el pasado se desataron guerras por el oro, las especias, el opio o el petróleo, las próximas contiendas podrían ser por las tierras raras. Y tanto EEUU como China estarán de una u otra forma implicados.
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