Opinión
Salvar a la soldado Melody


Por Toni Mejías
Periodista
No voy a comenzar juzgando Eurovisión. Aunque no comprendo la música como una competición y menos en un contexto donde la geopolítica y el televoto tienen tanta influencia, no voy a caer en el error de creerme superior por importarme más bien poco ese certamen. Como futbolero siempre he tenido que vivir con cierta incoherencia y he tenido que soportar muchas veces que me digan que no comprenden cómo pueden emocionarme veintidós tíos corriendo detrás de un balón. Si para mí hay mucho más detrás, para el eurofan tiene que haberlo también. De hecho, es el evento no deportivo más visto del mundo. Por algo será. Pero si desde la participación de Rosa tras el primer Operación Triunfo parecía haber perdido interés para el público español, en los últimos tiempos ha vuelto a ganar peso, sobre todo con el invento del Benidorm Fest.
En los últimos años hemos visto propuestas de todo tipo. Desde el humor con Chikilicuatre, a la apuesta por artistas desconocidos como Nebulossa, algún triunfito y, en último lugar, el resurgir de Melody, con el pop español más básico y resobado posible. Aunque si hay algo que tienen en común la gran mayoría, es que, tras participar en Eurovisión, sobre todo si quedan en mala posición, la industria y las redes los devoran y caen en un olvido selectivo y la fama es más momentánea que nunca. No es fácil lidiar con ello. Debes aguantar primero la presión de todo un país (más o menos) y luego ver cómo te sacrifican y tu gran sueño de triunfar queda reducido casi a cenizas. Puedes comprender a qué te sometes, entender que es algo efímero, intentar aprovecharlo al máximo, pero saber de dónde vienes y dónde es posible que acabes. O puedes imaginarte un futuro prometedor, creerte invencible, soñar con grandes galas y que ante la hostia te agarres a todo para salvarte. Usar todos los comodines posibles para no caer o arrastrar en tu caída al máximo de gente posible. Ese camino ha elegido Melody.
En su bochornosa y narcisista rueda de prensa, utilizó dos comodines para defenderse y no asumir su posición final en el certamen. Por un lado, pensó que la política influyó. También porque desde la derecha más casposa se encargaron de recordárselo desde el minuto uno. En cambio, ella dijo que no iba a hablar porque se le prohibía por contrato, el cual leyó y no decía nada de eso. RTVE reaccionó rápido y demostró que era mentira. Ojo, que Melody tiene todo su derecho a no posicionarse y no debe quedar como abanderada de nada, pero al menos que no mienta. Si hay un genocidio en directo y piensa que es más importante su culo que el asesinato sistemático de una población, enhorabuena. Pero al menos que no sea hipócrita y se escude en contratos. Lo que sabe Melody es que salir a defender a Palestina le puede costar caro. Hay muchos ejemplos. Además, el silencio le garantiza poder seguir siendo contratada por muchos ayuntamientos y siendo llamada por muchos medios de comunicación. Si hubiera elegido el otro camino, la posición de Eurovisión hubiera sido lo de menos. La persecución y el silencio mediático hubieran sido su futuro más inmediato.
El otro comodín que utilizó (y bien señalado por David Broncano en La Revuelta) fue el de la salud mental. Enseguida sus seguidores se lanzaron al cuello del presentador porque cuestionaba cómo se sentía Melody sin saberlo de primera mano. Nadie duda que la presión le pasara factura, que estuviera alicaída con su posición, que le viniera un poco grande todo y prefiriera descansar que atender a los medios. Pero la salud mental no es tener un día tonto, estar un rato triste y a los pocos días salir a lanzar dardos y evasivas y venderte al mejor postor. Hay gente que no puede salir de la cama en semanas o meses, hay gente que se quita la vida, hay personas que no pueden llevar una vida normal. Tener un día triste ante una decepción es normal, la salud mental es algo más importante y grave. Frivolizar con algo que sufren millones de personas para justificar tu poca profesionalidad es deleznable lo mires como lo mires. Y más cuando se ha visto que ha sido una simple excusa para venderte a precio de oro a la competencia. Melody está en su derecho, como también estamos en el derecho de hacer una crítica a quien se aprovecha de una falacia como esta.
Melody ha decidido salvar su culo. Sabe que su carrera musical puede ser limitada. De hecho, ya la empezó a una edad muy temprana, vivió las mieles del éxito y seguro que sabe también lo que es caer en el olvido. Con esa experiencia vital, no querrá repetir ese mal trago y habrá decidido, como mínimo, hacer una buena recaudación antes de que la vorágine de la actualidad la mastique y la escupa a un rincón lejano. También ha decidido abrazar un lado ideológico, con mayor o menor esfuerzo, y eso garantiza unos contratos jugosos y una gira numerosa. Mario Vaquerizo lo sabe. Pero esa gente te va a juzgar cada movimiento y deberás contentarlos siempre. Y si algún día patinas, te apartarán de su camino y tienen el suficiente poder para que esta vez sí caigas en el olvido más absoluto. Por cierto, la izquierda también debería hacérselo mirar. Antes de Eurovisión abrazó a Melody, la aupó como referente feminista, vio las críticas a su manera de ser como andaluzofobia o incluso clasismo, para tras su rueda de prensa ponerla en la palestra y pintarla como si fuera Isabel Díaz Ayuso. Dejemos de construir ídolos de barro.
Melody ha decidido salvar su carrera y está en su derecho. Ahora recorrerá varios programas, atacará a quien tenga que atacar para que su chicle se estire lo suficiente y terminará cocinando para la nieta del Mengele español (si RTVE la perdona) o saltando de un helicóptero para pasar semanas en una isla con lo más ilustre del panorama estatal. Ha elegido ese camino. Ha demostrado ser poco valiente y poderosa. Más bien ha elegido ser una famosa de la tele más. Hace bien, la música, mayoritariamente, es una industria de riesgo. Y más si vendes tus entradas con Wegow.
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