Entrevista a Javier Aroca, antropólogo y analista político"Hay una revolución de la derecha que no acepta las reglas de la democracia"
El analista político y licenciado en Derecho y Antropología concede una entrevista a 'Público' para hablar de su primer libro 'Democracia en alerta'.

"En un momento en que la democracia se encuentra amenazada es imperativo que la ciudadanía despierte, se organice y recupere su voz". Es uno de los mensajes destacados en la sinopsis del primer libro de Javier Aroca (Sevilla, 1954). Lleva por título Democracia en alerta. La política desde el sofá (Penguin Random House, 2025) y en él se propone un viaje en el tiempo durante las últimas décadas. Licenciado en Derecho y Antropología, analista político en diferentes medios de comunicación, acude a la redacción de Público para abordar diferentes asuntos tratados en su libro y otras cuestiones de actualidad.

Saca usted nuevo libro. Democracia en alerta. El título es revelador. ¿Ante qué está la democracia en alerta?
Pues precisamente contra los antidemócratas. Se vistan de lo que se vistan. En algunos casos se visten de extrema derecha, en otros de extremo interés. Pero evidentemente hay un interés en que el demos, el pueblo, no mande. Y cuando hay interés en que el pueblo no mande lo que está en peligro es la democracia. Creo, como digo en el libro, que estamos navegando aunque no nos demos cuenta en una auténtica revolución de las derechas. Una derecha sin siglas, no le pongo necesariamente siglas. Simplemente es una revolución de la derecha que no acepta las reglas de la democracia y que la combate. En algunos casos lo hace con fórmulas híbridas. Evidentemente hoy parece que los golpes de Estado o militares ya no están de moda pero hay un golpismo constante contra la democracia en casi todos los espacios en donde se considera que la democracia es vulnerable y que molesta. El ejemplo más palmario que uno puede encontrar en estos tiempos actuales es cómo Donald Trump sobrevuela la democracia y sobrevuela las urnas. Se ha servido de la democracia pero ahora la democracia le molesta. Y eso es lo que quiero denunciar y proponer en el libro: un debate entre los demócratas para que nos defendamos de los antidemócratas.
"Hay un golpismo constante contra la democracia en casi todos los espacios en donde se considera que la democracia es vulnerable"
Dice en el libro que "en plena revolución de las derechas, de un cierto predominio del pensamiento conservador, se han ido desarrollando estrategias muy sofisticadas para la reducción o control de la democracia". ¿Cuáles son estas estrategias?
Utilizo con frecuencia el verbo jibarizar, que es una incorporación a la lengua española que significa 'reducir las cabezas'. La reducción es una de las estrategias. Se quiere reducir la democracia a su mínima expresión y el síntoma más preocupante es la abstención. Se quiere aburrir a la gente, que la gente desconfíe de las instituciones, que desconfíe de los políticos, que desconfíen de lo colectivo y esa es una de las estrategias. La otra estrategia es reducir las cabezas de la gente. Por eso el subtítulo del libro es la política desde el sofá porque lo que se pretende es individualizar a la ciudadanía. Que cada uno practique, entre comillas, la democracia desde el sofá de su casa y que cada día más, a través de estrategias muy finas por parte de los medios de comunicación y por parte también de determinados focos de poder, que la gente sea cada día más inactiva, participe menos, tenga menor capacidad de pensar y menor capacidad de espíritu crítico. Porque una democracia sana no funciona sin espíritu crítico.
Y no estoy hablando de derecha ni izquierda, estoy hablando de demócratas. Un demócrata tiene que ser una persona cultivada en valores democráticos con un gran espíritu crítico. En este sentido, debo de decir que esa revolución de las derechas está triunfando porque está consiguiendo individualizarnos, está consiguiendo recluirnos en el sofá y está consiguiendo que se desconfíe de las instituciones democráticas y que no se participe, que esa es la gran fuerza que utilizan estos partidarios con la boca chica de la democracia, que la gente no participe. Y hoy día yo diría que los niveles de inhibición y los niveles de abstención en los sistemas democráticos son altamente preocupantes.
"La revolución de las derechas está triunfando porque está consiguiendo individualizarnos"
En el libro se habla mucho de la Transición. “Se dejaron muchos pelos democráticos por la gatera”, escribe en el libro. ¿Qué opina del relato que se ha hecho de lo que significó la Transición?
Como acaba usted de decir, es un relato. Un relato que yo no comparto. Sin quitarle ningún mérito a la Transición, que lo tuvo, porque además fue una transición amenazada constantemente. Yo incluso a veces he afirmado que la transición tiene visos de consentimiento, porque se tomaron decisiones prácticamente a la fuerza. Pero yo ni siquiera me refiero al régimen del 78, siempre hablo del régimen del 77, sin que se trate de ninguna impugnación histórica sino porque sostengo que la democracia española viene del pensamiento y de las reflexiones que se hicieron en el 77. Por eso prácticamente la monarquía en la Constitución del 78 ni se discutió, ya venía dentro de la ley de reforma política de 1977, que era una ley fundamental. Por tanto, la Transición fue lo que se pudo hacer en aquel momento. Pero lo peor no es eso sino lo peor es que se hizo sin proyección de futuro.
Aceptemos que la Transición se hizo en condiciones muy difíciles. Yo lo acepto. Aceptemos los méritos que tienen los que hicieron posible la Transición. Yo lo acepto. Lo que no acepto es que la Transición, que lingüísticamente significa movimiento, sea un una parte estática y pétrea de nuestra vida política de tal manera que se puede decir que los transitorios o los transicionarios piensan que la democracia española está atada y bien atada como decía Franco con respecto al régimen anterior. Yo creo que la Transición debería de ser un concepto dinámico. Ya sería hora de que en España, en el Estado español, hubiésemos vivido una segunda transición y seguramente también a una tercera. ¿Para qué? Pues para mejorar nuestra democracia, para desprendernos de todos los cordeles, de todas los nudos que traíamos del régimen anterior y afrontar la democracia de una manera más integral. Yo creo que ahora mismo hay reminiscencias del régimen anterior que tienen acogotada esta democracia.
"Hay reminiscencias del régimen anterior que tienen acogotada esta democracia"
Hablaba de la monarquía y es otro de los temas también que se abordan en el libro. La pregunta que quería hacerle en concreto, más allá de otras consideraciones sobre el sistema monárquico, es si cree que veremos algún día un sistema republicano o un sistema diferente al que tenemos hoy en día. No sé si encajaría en esa segunda Transición o tercera de la que habla.
Sí, por lo menos planteárselo. Yo no presumo nada, yo soy fundamentalmente demócrata y si la gente mayoritariamente consultada opta por un sistema monárquico, como ha pasado en otros lugares, por ejemplo, en Italia hubo un referéndum, no pasó nada, triunfó la República y a otra cosa. Creo que el problema es que la monarquía nos viene impuesta. Y en la medida de que no tiene legitimidad de origen, aunque alguno la sitúe en la Constitución, yo lo niego, tampoco está teniendo legitimidad de ejercicio. Porque precisamente el ejemplo que estamos conociendo cada día más del anterior rey llamado emérito (pero que de emérito no tiene nada y en todo caso, como dice la ley, es honorífico) impugna un poco la propia ejemplaridad que justifica la presencia de un sistema monárquico.
"¿Por qué no cae ya la monarquía? Porque está sostenida por los mismos que sostienen el actual régimen"
¿Por qué no cae ya la monarquía? Porque está sostenida por los mismos que sostienen el actual régimen. Por cierto, ahora que está en el candelero si nos debemos de relacionar con regímenes totalitarios o no, el rey reside en Emiratos, un régimen totalitario. Todo eso nos lo tenemos que plantear. Si la monarquía no tuviera los soportes de la Transición y de la pre transición, es decir, del régimen de 1977, la monarquía habría caído por causas naturales. Porque es insostenible, no solamente por anacrónica sino porque no sirve para nada. Algún autor definió la situación española como una poliarquía donde la cúspide es la monarquía pero es un punto simbólico que aglutina todos los elementos que construyeron el actual sistema. Por tanto es muy difícil que caiga sin una revolución de ideas. No estoy hablando de otro tipo de revoluciones sino una revolución de ideas, de madurez política, de consenso y donde los republicanos convenzamos también a los que no lo son de que el mejor sistema para una democracia es una República.
Menciona en el libro a Felipe González y a José María Aznar, y dice una cosa también bastante significativa: "Se está demostrando la inspiración común entre ambos, el parentesco moral y su estirpe transicional". Siempre desde la izquierda se ha hecho una crítica recurrente a que el PP y el PSOE son iguales. ¿Es así? ¿Son Felipe González y José María Aznar símbolos de ese bipartidismo?
Yo niego que el PP y el PSOE sean lo mismo. No son lo mismo obviamente. Representan intereses distintos y a lo largo de la trayectoria política, incluida la transicional, han hecho cosas distintas. Naturalmente el PSOE ha hecho más por la democracia que el Partido Popular, que no deja de ser un invento de nostálgicos del franquismo, como la propia historia demuestra, no es una afirmación mía. Ahora, sí es verdad que los dos son las dos patas de la estabilidad del régimen del 77. Es decir, nada se puede hacer sin que los dos lo hayan consensuado incluso en los momentos más trágicos. Por ejemplo en el acuerdo sobre la reforma de la Constitución del artículo 135 a pesar de las diferencias se pusieron de acuerdo.
Y se van a seguir poniendo de acuerdo en muchas cosas porque forman parte de ese pacto bipartito de la Transición. Ha habido incursiones, sobre todo con el nacimiento de nuevos partidos, con la constante influencia de los partidos nacionalistas del País Vasco y de Catalunya. Pero eso no niega ni impugna el bipartito. Algunos lo definen como bipartito imperfecto. Yo digo bipartito ortopédico. Ortopédico significa que a veces uno necesita una prótesis. Una muleta, una protección para la rodilla, un collarín para el cuello o algo.
Entonces, tanto el PP como el PSOE a veces han gozado de mayorías ortopédicas. Pero eso no anula ni impugna la visión de que el sistema español está basado en un bipartito y además de nativitate. Desde que nació todo ha conspirado, incluida la ley electoral y otras leyes que se desarrollaron durante la Transición, todo ha conspirado a favor del bipartidismo.
"PP y PSOE se van a seguir poniendo de acuerdo en muchas cosas porque forman parte de ese pacto bipartito de la Transición"
Nos vamos a Estados Unidos. En el libro hay una parte en la que habla de una experiencia personal que tuvo allí en los años 70. Es inevitable preguntarle por Donald Trump y por el papel que está teniendo estos últimos meses desde que fue elegido: guerra comercial, renuncia al multilateralismo, etc. ¿Cómo ve el futuro y la situación de EEUU actualmente y cómo nos puede afectar?
Yo creo que EEUU es una gran democracia interna. Con las contradicciones que tiene de nacimiento: la esclavitud o el práctico exterminio de las poblaciones originales. Pero es una gran democracia en su funcionamiento interno. Pero luego con respecto al exterior es un régimen absolutamente imperialista. Y como se está viendo hoy día a través de herramientas precisamente del Estado. Porque el arancel no deja de ser una herramienta poderosa del Estado. Es una paradoja que alguien que ha llegado al poder negando al Estado ahora fomente dos poderes que son genuinamente del Estado: los aranceles y el Ejército. Los dos se financian con fondos públicos, entran dentro de lo público.
EEUU es una plutocracia. Allí gobiernan los ricos siempre, los ricos del Partido Republicano y los ricos del Partido Demócrata. La gran tragedia para la estabilidad política de EEUU es que el Partido Demócrata se ha olvidado de los suyos, de sus votantes. Entonces ahí se ha producido una disfunción que ha utilizado esta versión extrema del Partido Republicano, que es una versión que algunos califican de extrema derecha. Yo no tengo ningún problema en calificarlo igual pero lo que más me preocupa de Donald Trump no es que sea de extrema derecha, es que es antidemócrata. Y se está viendo porque en EEUU está acabando con lo que es el Gobierno. Una parte del poder ejecutivo está ninguneando al poder legislativo y está golpeando durísimamente al poder judicial. Le molestan las instituciones democráticas. Por tanto, lo más grave de lo que está pasando con EEUU, en tanto que tenga capacidad de expansión, es que los ricos, la plutocracia piensa que la democracia le molesta y que por tanto puede sobrevolar las urnas.
"Lo que más me preocupa de Donald Trump no es que sea de extrema derecha, es que es antidemócrata"
Tanto a Trump como la gente que lo apoya, pongamos el caso de Elon Musk aunque ahora parece que está en discordia, le sobran las urnas. Entonces, ante esa expansión de la antidemocracia es de lo que tenemos que defendernos fundamentalmente. Aparte de los aranceles, aparte de la visión que tengamos dispar sobre la defensa y la seguridad, tenemos que defendernos ante la contaminación norteamericana de la antidemocracia. Yo de todas formas, como he dicho antes, pienso que el sistema norteamericano en sus aspectos internos es bastante demócrata. Se ha demostrado recientemente con la elección de una juez en el estado de Wisconsin para la Corte Suprema. Por cierto, aprovecho para decir para que alguno lo sepa que a los jueces estatales en EEUU los elige el pueblo, no llegan por oposiciones.
Yo creo que los americanos, como se está viendo últimamente también con movilizaciones populares, no permitirán que Trump acabe con la democracia. Porque creo, y eso es lo que también es una de las tesis que pretendo defender en este libro, que la democracia con todos sus defectos tiene mecanismos internos para mejorar la democracia, no para acabar con la democracia, que también. Pero si los demócratas queremos, tienen que ser los de izquierda pero también los de derechas, la democracia es imbatible porque la libertad es una condición de la persona humana.
Muy relacionado con esto también en el libro se habla de la guerra. "El ambiente bélico crece", apunta. Y habla también de ese eufemismo llamado 'cultura de defensa', que lo estamos viendo también durante estos días en declaraciones del presidente del Gobierno Pedro Sánchez. ¿Cómo se tiene que posicionar la izquierda en este contexto del debate ante este ambiente bélico?
Yo creo que la izquierda debe ser pacifista. Lo diré abiertamente porque creo que la guerra como solución es siempre un estado de excepción gravísimo a los valores democráticos. Donde hay guerra no hay democracia. Y lo que no podemos consentir es que vayamos a la guerra saltándonos los procedimientos democráticos. Por supuesto que uno tiene derecho a defenderse y la izquierda ha demostrado, no solamente en España sino en Europa desde hace ya muchas décadas que acepta las instituciones y los tratados fundacionales de la Unión Europea. Saben que en los tratados está el pilar europeo de defensa. Podemos tener una defensa, podemos tener herramientas que la garanticen. Hombre, a mí me gustaría que toda Europa fuera Costa Rica, donde no hay Ejército pero eso no es posible y no es realista.
Por tanto, seamos realistas. Si tiene que haber una fuerza militar europea que la haya y que acordemos los mecanismos financieros necesarios para financiar una política de defensa como cualquiera otra. Ahora bien, lo que no se puede estar al saltomata de necesidades que muchas veces ni siquiera tienen que ver con la defensa y la seguridad y quitar y hurtar dinero de las políticas sociales. Por ejemplo la educación democrática en valores. Se ha invertido más desde la Transición española y desde el final de la Guerra mundial en prepararnos para la guerra que en prepararnos para la paz. Y yo creo que eso sí tiene que denunciarlo la izquierda: que cada día se invierta más en educación, en formación o en divulgación para que creemos ciudadanos pacíficos que repudien y rechacen la guerra. Dicho esto, yo soy muy desconfiado con lo que está pasando actualmente y yo creo que la guerra de Ucrania es un recurso. Yo no digo que no sea grave, yo no digo que no tengamos que plantar pie en pared contra este tipo de de conflicto. Sin olvidarnos, por cierto, del conflicto palestino que parece que está en un segundo lugar. Claro que hay que posicionarse pero los actuales ardores guerreros y bélicos de Europa tienen que ver más con su crisis económica que con su crisis de seguridad.
"Se ha invertido más en prepararnos para la guerra que en prepararnos para la paz"
Yo creo que si la guerra industrial mundial no la estuviera ganando China y estuviera amenazando, por ejemplo, por poner uno solo de los casos, al sector automovilístico europeo, probablemente no estaríamos en este estado belicista que al final lo que quiere es que gastemos más en defensa. Porque gastar más en defensa significa gastar más en la industria militar y gastar más en la industria militar significa gastar menos en otras políticas. Y sobre todo enriquecer a los que viven de ese tipo de conflicto. Yo creo que todo el mundo sabe que después de los atentados de Gaza, al día siguiente los valores en armamento y en industria armamentística subieron en la bolsa de manera geométrica. Es decir, la guerra es un negocio. Y nosotros los demócratas deberíamos de abundar más en que la guerra no puede ser un negocio.
Me hablabas de la cultura de defensa, ¿por qué no hablamos de la cultura de la paz? Yo me afilio más a la cultura de la paz que a la cultura de la guerra. Creo que hay que respetar, que parece que no se respeta, esa posición ética y estética de la izquierda. No se respeta porque cualquiera que defiende valores como los que yo estoy diciendo es acusado de antipatriótico o de ingenuo. No, yo no soy ni antipatriota ni ingenuo. Yo lo que no quiero es que me tiren bombas ni tirarlas y que no me den como solución el que me compre un kit con una botella de agua, un transistor o unas pilas y que me defienda individualmente.
Los jueces es otro gran tema que trata el libro. Hay alguna frase como que "la democracia se enfrenta a uno de sus grandes retos, cómo vivir en democracia con jueces que no sean demócratas porque pueden ser también los porteros que abren la puerta al totalitarismo". ¿Qué está pasando con los jueces actualmente? Y sobre todo, ¿qué se puede hacer? ¿Cómo se puede combatir ciertos comportamientos judiciales que estamos viendo últimamente?
Todos esos elementos no son un invento, están apoyados por la experiencia histórica. Simplemente con ver la historia de los jueces en Alemania y cómo abrieron la puerta a la irrupción del nazismo. Y en otros lugares donde la democracia es débil los jueces han jugado papeles muy lamentables. La gente ignora el papel que jugaron los jueces por ejemplo en tumbar la Segunda República en España. Jugaron también un papel muy importante. Cuando el golpe de Estado lo primero que se hizo fue depurar todos los jueces demócratas que había dentro del poder judicial español entonces. Y recomponerlo con los que fueron leales a aquel régimen y los que aceptaron los principios generales del movimiento. Algunos iban a las oposiciones, incluso vestidos de Falange o de requeté.
Ese aparato judicial que se creó por el franquismo, se cambió de un día para otro en la Transición. Se crea la Audiencia Nacional y se disuelve el Tribunal de Orden Público, al que solamente le habían cambiado el nombre. Había sido fundado como tribunal para la represión del comunismo y la masonería. Y de pronto esos jueces se convierten. De haber sido pilares del franquismo se convierten en pilares de la democracia sin ninguna transición ni ningún refresco como sí ocurrió en el poder legislativo y en el poder ejecutivo.
¿Qué pasa? Pues que hay ahí un pozo, un trasunto no democrático dentro de la judicatura. Tengo todavía jueces amigos que son más jóvenes que yo y están en ejercicio. Todos me dicen que aquí el problema es que hay un pozo con actitudes no democráticas que no respetan la separación de poderes, que les molesta el poder legislativo, que les molesta el poder ejecutivo, y practican la juristocracia. O sea, que pretenden que la democracia o el sistema político se gobierne desde los jueces y eso es una negación de la democracia también y de la separación de poderes.
"Hay ahí un pozo y un trasunto no democrático dentro de la judicatura"
A eso hay que unir otros que por filiación se sitúan abiertamente en una determinada posición ideológica, bien sea la de un partido político o bien sea de una determinada ideología. Por ejemplo una ideología cristera. Lo digo porque hay un amplio contingente de jueces que pertenecen a organizaciones cristianas muy extremistas y que eso lo practican. Yo no estoy en contra de que haya jueces de derecha o jueces de izquierda. Los jueces pueden ser lo que quieran. Lo que creo que tienen que aplicar la ley. A veces en asuntos que tienen que ver con la violencia de género se dice que los jueces no tienen educación en género. No, el problema no es que no tengan educación en violencia de género, que también, el problema es que no tienen educación democrática. No aceptan la democracia y son capaces de querer tumbar leyes, son capaces de tumbar Gobiernos. La máxima expresión y la más vergonzosa dentro de la juristocracia es el lawfare o la guerra judicial. No hay que demostrarle a nadie, por mucho que se enfaden y algunos se enfadan y mucho, que en España se está practicando el lawfare, la guerra judicial. Hay partidos que lo han sufrido especialmente en sus propias carnes y la democracia en general.
Esto es un espectáculo. ¿Qué es lo que hay que hacer? Yo le echo la culpa al bipartito. ¿Por qué? Porque hay dos partidos que controlan el poder legislativo desde el comienzo de la legislatura. Esto se arregla con leyes como en cualquier país. Con leyes. Si esto no ha mejorado, por ejemplo, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) es porque ni PP ni PSOE se han puesto de acuerdo para legislar. Por ejemplo para que no se pueda bloquear más el CGPJ porque ¿quién nos garantiza que no se puede bloquear otra vez?
Se ha desbloqueado en virtud del acuerdo entre dos partidos pero no se ha tomado ninguna medida para que no se pueda volver a producir. Y el síntoma mayor de la enfermedad es que el CGPJ tiene los mismos problemas que tenía el anterior. Es decir, que trata de controlar los nombramientos de los jueces en su mayor cúpula. Y por cierto, esto no es una impugnación contra todo el poder judicial porque hay jueces profesionales y muy demócratas que están haciendo su trabajo, incluso con riesgo de sus propias carreras y que no están afiliados a ninguna asociación judicial. Las asociaciones judiciales al final se transforman en correas de trasmisión de determinadas ideas políticas y de determinados intereses corporativos y ellos mismos se reparten los puestos. Los jueces que no están afiliados no los tocan.
"Una justicia que no sea democrática es un serio inconveniente para una democracia madura"
Por tanto ahí hay que cambiar legislando para que el juez y la justicia española sea más democrática. No deja de ser paradójico que la primera agrupación, ilegal, que trató de llevar democracia y frescura se llamaba Justicia Democrática, ¿Es que hay alguna justicia que no pueda ser democrática? Pues sí, la hay y la hubo. Y se calcula que entonces aquellos jueces y fiscales valientes eran en torno al 10%. No sé ahora cuántos serán. Pero evidentemente una justicia sin jueces demócratas, como se ha visto también fuera, pasó en Brasil donde se cargaron al presidente Lula da Silva, no es viable y está condenada a padecer. No digo a desaparecer porque va a depender de todos nosotros como demócratas. Pero una justicia que no sea democrática es un serio inconveniente para una democracia madura.
Para terminar, el último capítulo del libro se titula ¿Qué nos queda? La pregunta es esa, ¿hay motivos para cierta esperanza democrática?
Sí, porque yo confío en el pueblo. El pueblo siempre manda y el pueblo si quiere puede controlar la democracia. Puede mandar mejores políticos a las instituciones, puede exigirle sus responsabilidades y puede construir una democracia mejor. Pero yo además apunto que la democracia no solamente es una cuestión de los políticos o de sus instituciones. La democracia somos todos nosotros. Son medios de comunicación democráticos, universidades democráticas, sindicatos democráticos, partidos democráticos o asociaciones de vecinos democráticas. Quiero decir con esto que la democracia también se construye de abajo a arriba.
"El pueblo siempre manda y el pueblo si quiere puede controlar la democracia"
Si una democracia tiene una fuerte y sólida base democrática conformada por sus ciudadanos, formados, rebeldes, interesados en que no les engañen o críticos, aquí hay democracia para rato y democracia fuerte. Pero en la medida en que los ciudadanos se replieguen y se sienten en el sofá y estén dispuestos a que se les inyecte diariamente basura desde determinados medios de comunicación pues tendremos una democracia con pocos demócratas y por tanto dominada por los antidemócratas.
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