"Hay sectores conservadores esperanzados con el papa Prevost"
Entrevista con el historiador Diego Alejandro Mauro, coautor del libro 'La invención del papado contemporáneo'

-Actualizado a
La invención del papado contemporáneo (editorial Catarata) es una obra escrita por los historiadores Vicente Jesús Díaz Burillo y Diego Alejandro Mauro. Así planteado, podría parecer un volumen alejado por completo de la actualidad. Sin embargo, las referencias del nuevo papa, Robert Prevost, a su antecesor, León XIII, y el propio papado de Francisco, que agitó las aguas dentro y fuera de la curia, invitan a reflexionar sobre lo que este último hizo y supuso. Y lo mismo sucede con León XIII: conocer por qué es una referencia hoy para el papa Prevost puede dar pistas sobre lo que este pretende. El profesor Diego Alejandro Mauro, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina [equivalente al CSIC español], sostiene en esta entrevista: "El Vaticano es consciente de que el futuro [para la Iglesia católica] no está en Europa. No es azaroso que haya vuelto a elegirse un papa no europeo".
El nuevo papa ha elegido su nombre en referencia a León XIII y ha citado expresamente la encíclica 'Rerum novarum'. ¿Esta encíclica en qué consiste y cuál es su significado real? ¿Podría decirse que es un texto de izquierdas, que promueve realmente la justicia social? ¿O son paliativos con la idea de no perder base social de fieles?
León XIII quiso dar a la Rerum Novarum, su encíclica social de 1891, un poco la funcionalidad del Manifiesto comunista para la izquierda internacional. No porque el documento fuera de izquierda. Obviamente, no lo era. Más bien lo contrario, pero sí buscaba dar una hoja de ruta a la militancia católica. Fue un papado muy importante porque, en cierto modo, reinventó el catolicismo y le dio la forma de una ideología competitiva. Alejó a los católicos del lamento apocalíptico tras el fin de los Estados Pontificios y los mandó a catolizar el mundo.
Creo que al elegir León, Robert Prevost intentó construir dos filiaciones. Una, la más señalada, y por él mismo apuntada, la que alude a León XIII. El papa de la Encíclica Rerum Novarum. Pero también me parece que al elegir León intentó enviar un mensaje a los sectores más conservadores, diciéndoles desde el comienzo que su papado buscaría un cierto equilibrio entre innovación y tradición. Un papado más centrista, de puentes entre diferentes sectores. Por supuesto, para el ala tradicionalista Prevost es igual de sospechoso que Francisco, pero hay sectores conservadores muy opositores a Francisco que por ahora se muestran cautos e incluso esperanzados con Prevost. En parte, porque, como te decía, elegir León, uno de los grandes nombres en la historia del papado -piensa que hubo trece antes- significa mirar al pasado de manera positiva, a la larga historia del catolicismo y del papado con orgullo. Lo mismo cabría decir de sus primeros gestos: se vistió recuperando atributos papales más tradicionales y ha decidido alojarse en el Palacio Apostólico. Gestos alejados de los de Francisco, que desde el primer día buscó marcar una ruptura.
Volviendo a lo que me preguntabas, con la Rerum Novarum, a fines del siglo XIX, León XIII buscó varias cosas. Una, ordenar un poco los debates de los católicos sobre las consecuencias del capitalismo. Delimitar las fronteras que no debían traspasarse: entre ellas la propiedad privada que se reconoció como un mojón inamovible, derivada de desigualdades naturales. Por otro lado, la idea de un salario justo —que debía alcanzar para sostener toda la familia— y que los capitalistas estaban obligados a pagar, lo quisieran o no. Además, la encíclica admitió, gracias a la influencia del catolicismo norteamericano, que los trabajadores pudieran crear sindicatos para defenderse, algo que generó muchas resistencias en su momento. Al principio, cuando se discutía la encíclica, se pensaba en aceptar solo las asociaciones pluriclasistas, donde obreros y empresarios debían lograr la armonía en una misma organización. Todo esto supuso una revolución para la Iglesia.
Por último, aunque obviamente es todo muy especulativo por ahora, creo que León XIV, matemático de formación, también quiso aludir a León XIII por su espíritu científico. León XIII defendió la armonía entre fe y ciencia y buscó comprender el mundo de su tiempo para adecuar el catolicismo a esas condiciones. León XIV ya habló de los desafíos de la IA desde el punto de vista del concepto de dignidad humana e insistió en la importancia de la ciencia y el saber académico como antídotos a las fake news y a la desinformación. En este sentido, creo que hay también un guiño en ese registro. Aunque pueda parecer paradójico si lo miramos con las lentes de la ilustración, el papado en nuestros días parece intentar asumir el rol de defensor de la ciencia, al advertir sobre el peligro del discurso anticientífico y anti intelectual que está en el corazón de las lógicas de eso que algunos llaman posverdad y que goza de muy buena salud en las derechas radicales.
¿Puede afirmarse que el papa León XIII fue el que puso las bases de lo que es hoy el papado, en el sentido de un Estado teocrático y absolutista sin tierra, pero que ejerce una guía espiritual y que tiene un proyecto político con un sentido estratégico amplio ?
Sí, coincido. En el libro reciente que escribimos con Vicente Díaz Burillo, La Invención del papado contemporáneo, nos ocupamos justamente de ese proceso. Cuando Pío IX queda encerrado en el Vaticano después de la derrota militar de 1870 y el fin de los Estados Pontificios, en la curia romana el clima es de total frustración y desasosiego. Pero con León XIII eso empieza a cambiar. El nuevo papa se da cuenta de que esa derrota bien podía ser beneficiosa. El papa podía dejar de ser un monarca más en el concierto europeo, débil y endeudado, siempre mendigando ayuda militar para subsistir, y comenzar a reconstruirse como la cabeza de una comunidad global de fieles. Un papado, en definitiva, potencialmente mucho más poderoso que el anterior, capaz de liderar y hablar en nombre de los católicos de todo el mundo. En Europa las ganancias de la derrota no se comprendieron rápido, pero en Estados Unidos, por ejemplo, muchos lo vieron así desde un primer momento.
En este mismo sentido, ¿podría afirmarse que el papado hoy es heredero de León XIII en su concepción estratégica?
Totalmente. León XIII es el papa con el que comienza a tomar forma el papado tal como lo conocemos hoy en varios sentidos. Por un lado, impulsa las redes diplomáticas e intenta proyectarse como un poder neutral, capaz de mediar en los conflictos. Como monarca europeo eso era imposible, pero perdidos los Estados Pontificios puede comenzar a jugar ese rol. No es fácil, lleva décadas consolidar al papado como una voz internacional de peso. Benedicto XV en la Gran Guerra lo intenta sin demasiada suerte. Durante la Guerra Fría esa dimensión va ganando peso. Pero, en todo caso, el cambio empieza con León XIII. Por otro lado, durante su papado se produce otro cambio clave: el derrumbe de los Estados Pontificios deja de pensarse como una catástrofe en clave incluso apocalíptica, como un signo de un final inminente, o, en términos teológicos, de la parusía, la vuelta de Jesús, sino, al revés, como una intervención divina para reencauzar a la Iglesia en su verdadera misión: difundir el Evangelio y construir el Reino de Dios. Por eso, León XIII puede decirse que sienta las bases de un catolicismo mucho más moderno, más militante, dotado de los atributos propios de las ideologías del momento como las liberales y socialistas. Una suerte de tercera vía.
El papa León XIII, además, inició negocios con el dinero del Vaticano, que remedan a los manejos de hoy, con la idea de tener al alcance de manera permanente crédito y dinero que le permitiera ejecutar sus políticas. ¿Tuvo éxito en su manejo del dinero vaticano?
León XIII crea una oficina, la Administración de Bienes de la Santa Sede, para empezar a ordenar las finanzas. El desafío es ver cómo se financia el Vaticano sin territorios sobre los que aplicar tributos. Ahí gana importancia el óbolo de San Pedro: un aporte de los fieles de todo el mundo. Para definirlo rápido sería como una tributación pero no basada en la pertenencia a un territorio sino a una comunidad. Después, comienza un lento proceso de inserción en el mundo de las finanzas. Al principio de manera algo culposa y, sobre todo, con poco profesionalismo, y luego, con el paso de las décadas, de manera más seria. Poco a poco, además, los criterios de inversión del papado se secularizan totalmente y se separan de los debates teológicos, morales, religiosos. Por ejemplo, en los años treinta, en Italia tienen dinero invertido en muchas empresas, incluidas fábricas de municiones. Volviendo a tu pregunta, creo que León XIII, aún con varios sobresaltos y problemas, fue exitoso en este plano. De todos modos, es un tema complejo, con muchas aristas. Lo abordamos en el libro.
¿La doctrina social de la Iglesia va después de León XIII actualizándose y adaptándose?
La doctrina social de la Iglesia que empieza con León XIII a finales del siglo XIX se va actualizando. En la década de 1930 con Pío XI se profundiza en [los postulados] de León XIII. Se intenta pensar con más claridad esa tercera vía católica y se propone lo que en la época se llamaba corporativismo católico. Un concepto ambiguo, que buscaba reivindicar lógicas no liberales para pensar la sociedad, pero alejándose del corporativismo fascista. Después, en los años sesenta, en un marco de mucha ebullición ideológica, se incorpora el método ver-juzgar-actuar, que provenía de las Juventudes Obreras Católicas. Este método apunta a una fuerte conexión con el medio social, y está en la base de los procesos de radicalización política de América Latina, por ejemplo. Las teologías liberacionistas deben mucho a esa metodología. Con Juan Pablo II se desautoriza la teología de la liberación y se alienta la llamada nueva evangelización, basada en la teología de la cultura. Para algunos, una versión descafeinada de las teologías más combativas. Puede pensarse así, pero también es cierto que la teología de la cultura responde a su propia lógica y es injusto reducirla [tan solo] a una mera reacción conservadora, aunque por supuesto esa dimensión está presente. Finalmente, con Francisco se introducen varias novedades importantes. Subrayaría dos, para decirlo rápido, el cuidado de la casa común, asociada al concepto de ecología integral, y la relativización del capitalismo como sistema económico. En Fratelli tutti, Francisco recuerda que para la teología católica la propiedad privada no es absoluta sino que está subordinada al destino universal de los bienes creados, marcando una diferencia fuerte con León XIII, y recuerda también que la fraternidad no es optativa sino un mandato de Dios que creó a todos los seres humanos iguales en dignidad y derechos. Para muchos de los intelectuales neoliberales y dirigentes de las derechas radicales, así como para el ala tradicionalista de la Iglesia, son definiciones que deben combatir sin concesiones. Todo esto lo analizamos en los capítulos finales del libro.
¿Cuál ha sido el legado fundamental de Francisco?
Todavía es un poco pronto para evaluar su legado. Lo que te puedo decir es que Francisco alentó cambios en muchos planos. Subrayaría tres, en principio. Por un lado, actualizó la doctrina social de la Iglesia de la que ya estuvimos conversando. No solo incluyó el cuidado del medio ambiente, lo que define como la casa común, en la encíclica Laudato si, sino que vinculó los problemas ambientales con los sociales y económicos. El aspecto sin dudas más interesante. En Laudate Deum, un documento posterior, plantea además el tema de los pasivos ambientales de los países centrales. Definiciones fuertes. Pero además, sobre todo en la encíclica Fratelli tutti pone un poco en discusión los cimientos de la doctrina social de León XIII. Por ejemplo, la propiedad privada. Para León XIII era una frontera infranqueable. Un tema que estaba fuera de discusión porque era un resultado desde su punto de vista de desigualdades naturales. Por supuesto, tenían que mantenerse dentro de ciertos límites, los de la justicia social. No podía ir en detrimento de un salario justo pero era intocable. Francisco va más allá y recupera a los padres de la Iglesia para argumentar que, en realidad, es un derecho secundario derivado del destino universal de los bienes creados por Dios para todos los seres humanos. No es una novedad para la teología católica, por supuesto, pero plantearlo con tanta fuerza hoy en día, donde la propiedad es un verdadero dogma de fe, constituye un hecho político muy relevante en sí mismo. Además, hay incontables discursos y declaraciones en las que anima a explorar caminos alternativos a los del capitalismo actual basados en formas más cooperativas de producir y convivir. Un poco en línea con las ideas del humanismo económico del sacerdote dominico Louis-Joseph Lebret. Muy influyente en los años sesenta. Por otro lado, también alentó el debate sobre las formas de autoridad en la Iglesia. En 2018 puso en marcha lo que denominó el Sínodo de la sinodalidad que concluyó en 2024. Los sínodos son reuniones de obispos, como los concilios, pero a diferencia de estos sus resoluciones son solo de carácter consultivo y, por tanto, el papa sigue teniendo la última palabra. En esta oportunidad, Francisco innovó bastante con una metodología más abierta, de abajo hacia arriba, con la participación, además, de laicos y mujeres. Ambos con derecho a voto. Un hecho inédito en la historia de la Iglesia. Podríamos decir que el sínodo ha estado más en sintonía con la idea de una iglesia como Pueblo de Dios, una definición clave del Concilio Vaticano II. Además, la agenda de temas tratados fue bastante amplia: el diaconado femenino, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, el tratamiento de los casos de abuso, las relaciones con la comunidad LGBTI+, el acceso de hombres casados al sacerdocio... El balance sobre lo logrado es variable. Para los grupos tradicionalistas, el sínodo ha profundizado el relativismo y la crisis de la Iglesia y constituye una amenaza seria a futuro. Para los más progresistas, por el contrario, se ha quedado a mitad de camino y no ha logrado ir más allá de gestos valiosos pero insuficientes.
Finalmente, en tercer lugar, Francisco ha dejado una definición muy amplia de Iglesia, una Iglesia de puertas abiertas. El argumento es sencillo, dice Francisco: a la luz de los Evangelios nadie puede cerrarle la puerta a nadie. La Iglesia no está para juzgar, sino para acompañar. Una definición que genera escozor en los sectores conservadores y tradicionalistas que, por el contrario, alientan una definición restringida. Una Iglesia con muros y garitas de control, con un adentro y un afuera claros. Esto es probablemente lo que ha generado más conflictos internos y lo que, tal vez, me parece, buscará moderar León XIV.
¿Puede el papado ser de izquierdas, teniendo en cuenta que el laicismo es parte esencial de la izquierda?
Francisco mismo ha aclarado que no se considera de izquierda, o comunista, como suelen acusarlo intelectuales y referentes de las nuevas derechas y de los think tanks neoliberales, por ejemplo. No obstante, es cierto, que cuando se le ha preguntado sobre el tema Francisco juega un poco con las palabras y dice que, en realidad, no es que él sea de izquierda, sino que la izquierda se basa en principios cristianos: por ejemplo, la fraternidad. Por supuesto este tipo de definiciones enfurece a sus detractores dentro de la Iglesia. No creo que Francisco sea de izquierdas, pero sí es cierto que, en el contexto actual, muchas de las ideas de la doctrina social católica se ubican en el cuadrante izquierdo del espectro político. Algunas, incluso, estarían más cerca de la extrema izquierda que de las posturas socialdemócratas. Esto ocurre, me parece, menos por los cambios en la Iglesia, que de todos modos existen, como te decía, sino por los cambios ideológicos y políticos más generales vividos en buena parte del mundo euroatlántico en las últimas décadas donde las derechas y las derechas radicales se han fortalecido. En un contexto, además, en el que las izquierdas parecen confundidas y se limitan, más bien, a ensayar discursos defensivos sin demasiadas definiciones sobre el futuro. Por otro lado, en cuanto al laicismo, Francisco, al menos en mi opinión, ha defendido un catolicismo no integrista. Por ejemplo, cuando fue a Canadá y pidió perdón por el rol de la Iglesia en el exterminio cultural de los pueblos originarios se puso un sombrero típico de los indígenas de allí y participó de una celebración interreligiosa. Cuando lo acusaron de paganismo y herejía dentro de la Iglesia, contestó que hay muchos caminos para llegar a Dios y que Jesús no enseñó la imposición sino el amor al prójimo. Además desde el Concilio Vaticano II la separación de la Iglesia y el Estado se considera algo deseable. Claro está, no la limitación o la exclusión de la religión de la vida pública, el laicismo a la francesa si se quiere, pero un laicismo moderado a la norteamericana es totalmente compatible con el catolicismo actual. Por supuesto, como ocurre con todo, hay sectores, por ejemplo los tradicionalistas, que reivindican posturas más integristas, pero no es la postura del papado ni de la doctrina oficial católica en nuestros días.
¿Cómo combate el papado la secularización progresiva en Europa? ¿Hay estrategias y enfoques diferentes según las zonas?
Creo que el papado está cada vez menos preocupado por Europa y mira cada vez más a Asia y África. Las Iglesias africanas son por lejos las que más crecen. Europa tiene una tasa de natalidad muy baja, su población decrece y su relevancia económica también disminuye velozmente. El Vaticano es consciente de que el futuro no está allí. No es azaroso que haya vuelto a elegirse un papa no europeo. En este caso todo un hallazgo: un norteamericano peruano. Un papa que nació en la Iglesia más rica del mundo pero que al mismo tiempo es un hombre de las periferias. En algunos países de Europa hay un cierto resurgimiento religioso entre los jóvenes que por ejemplo deciden bautizarse. Francia es un caso emblemático. Pero se trata igualmente de un fenómeno estadísticamente pequeño, caracterizado además por una orientación conservadora cuyo futuro es incierto por ahora.
¿Los nuevos proyectos políticos de extrema derecha y de derecha en Europa y América cuentan con la complicidad del papado hoy?
Creo que no. Francisco fue muy crítico con Trump y sus políticas antiinmigración. Lo mismo en Europa. Su primer viaje como papa fue a Lampedusa. León XIV, por su parte, está en la misma línea. Antes de ser papa tuvo incluso cruces con J. D. Vance, el vicepresidente de EEUU, en las redes sociales. Y cuando fue elegido papa muchos se acordaron de una entrevista en la que Steve Bannon, el ex asesor de Trump, decía que Robert Prevost era uno de los peores papas posibles para la derecha norteamericana y lo tildaba de muy progresista. Esto no quiere decir que dentro de la Iglesia no haya sectores importantes alineados o más cercanos a estas nuevas derechas. Ese es otro tema. Pero si tu pregunta es sobre el papado, hoy en día, creo que es una voz claramente opositora. Este rol de contrapeso, además, como ya mostró Francisco, puede ejercerlo más claramente el papado porque estamos en un mundo de posguerra fría, donde las izquierdas, en realidad, ya no tienen el peso de ataño ni constituyen un contendiente real. Usando una metáfora pugilística diríamos que se han quedado afuera del ring, al menos por ahora. Francisco entendió eso muy rápido y buscó convertirse en un referente para una parte al menos de esas izquierdas huérfanas de liderazgos globales. Por supuesto, esto es debatible, pero creo que esa fue también su apuesta. El catolicismo como representante de un humanismo social capaz de jugar un rol de importancia en los debates por venir.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.