Las flores fritas son un dulce en distintas regiones de España. Reciben ese nombre porque se preparan con un molde metálico en forma de flor. Al rellenar el molde con la masa de harina y leche, tras sumergirlo en aceite caliente, el postre adquiere esa forma característica, que también recuerda a una cruz. 

La receta lleva anís y ralladura de limón, y pertenece a esa familia de dulces fritos tan tradicional, como las torrijas o los pestiños. No es una apuesta sencilla, y normalmente requiere de varios intentos hasta conseguir la forma y la textura adecuadas. Es fundamental contar con el molde metálico, que suele encontrarse en ferreterías o tiendas de repostería.

Si la masa no se adhiere bien al molde, puede deberse a que no está lo suficientemente caliente o a que la masa está demasiado líquida. Recuerda no llenar el molde hasta arriba, para que la flor pueda soltarse correctamente al sumergirla en el aceite.

Prepara la masa:

En un bol, bate los huevos con la leche, el azúcar, la ralladura de limón o naranja, y la pizca de sal. 

Añade poco a poco la harina hasta obtener una masa ligera, similar a la de unas natillas (ni muy líquida ni muy espesa).

Si usas anís en grano, tuéstalo ligeramente y añádelo a la mezcla.

Fríe las flores:

Deja reposar la masa unos 30 minutos para que se asiente. 

En una sartén profunda, calienta abundante aceite de girasol.

Introduce el molde en el aceite caliente unos minutos para que esté caliente.

Saca, con cuidado, el molde del aceite, sacude el exceso de aceite, y sumérgelo en la masa sin que llegue el relleno al borde, a arriba del todo (para que luego la flor se suelte al freír).

Mete el molde recubierto de masa en el aceite caliente. La masa se desprenderá del molde (puedes ayudarte con un tenedor si hace falta).

Fríe la flor hasta que esté dorada por ambos lados.

Repite el proceso con cada flor.

Pon las flores fritas en papel absorbente y, aún calientes, rebózalas en una mezcla de azúcar con canela.